Desarrollamos en esta entrada el planteamiento de base relativo a la necesidad de la articulación de una nueva política nacional urbana.
Las ciudades, en su sentido más amplio, son lugares donde surgen infinidad de problemas y donde, de forma simultánea, se encuentran soluciones a múltiples cuestiones que la humanidad se plantea. Las áreas urbanas y sus contornos más próximos son un terreno fértil para la ciencia y la tecnología, para la cultura y la innovación, para la creatividad individual y colectiva, y también para mitigar el impacto del cambio climático. Las ciudades son también lugares donde se concentran problemas como la emisión de GEI, el desempleo, la segregación y la pobreza; la congestión o la gestión de residuos.
La clave de la superación de los efectos de la mundialización de la economía y de la crisis en la que nos encontramos inmersos (desigualdad y pobreza sistémica) será la articulación, la cohesión y la potenciación de lo local en un entorno abierto y global. Desde esta perspectiva, la COVID-19 se nos presenta a la par que una verdadera catástrofe humanitaria, social y económica como una potente “ventana de oportunidades” que hemos de aprender a manejar. Se trata de un reto de enorme magnitud para el que carecemos de “recetario”. Únicamente en una nueva expresión de una gobernanza “distinta” (cooperación, colaboración, co-producción, transferencia de conocimiento, etc.) podremos encontrar un rescoldo de esperanza que evite que nos convirtamos en una expresión real del mito de Sísifo.
Es notorio y perceptible que el proceso de urbanización que está en desarrollo en este período histórico no tiene precedentes. Cuestión diferente sería plantearse si estamos construyendo “ciudad”. Un proceso de tales proporciones, como el que estamos viviendo, extraordinariamente dinámico y con crecimientos exponenciales, constituye un formidable desafío ante los problemas de índole social, infraestructural y ambiental que trae asociados. Los espacios urbanos son los nodos que articulan y organizan la economía mundial, con un papel de liderazgo creciente.
Parece obvia la necesidad del establecimiento de políticas nacionales urbanas de nueva orientación, aunque debemos reconocer inmediatamente que, sin el compromiso de las ciudades, los principios del desarrollo sostenible y el mantenimiento de los niveles de bienestar y de calidad de vida en el planeta son inviables. Por esta razón, organizar las ciudades del siglo XXI es una de las grandes cuestiones, no ya de la euro región Galicia – Norte de Portugal, sino de la humanidad.
Lo realmente trascendente es comprender y asumir que estas áreas y regiones urbanas serán el resultado de la organización funcional de los servicios que sean capaces de articular y prestar sosteniblemente. Esta cuestión es clave para afrontar el futuro: asumir y acertar con la escala idónea que debemos gestionar. Dotar a nuestras áreas y regiones funcionales de la masa crítica mínima que haga posible que nuestra estrategia de desarrollo sea viable.
Es muy cierto que la supervivencia y desarrollo de las ciudades en la edad de la globalización y la nueva economía hacen que pervivan y se agudicen los viejos problemas urbanos (agua, salud, residuos, saneamiento, transporte, vivienda, pobreza, exclusión, etc.), pero también genera otros nuevos, sobre todo los relacionados con el medio ambiente, la cohesión social, la brecha digital o la movilidad sostenible.
Toda esta compleja problemática ha sido abordada, desde diferentes escalas y ópticas, en lo que podemos denominar la “cascada de planificación estratégica”.