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Ciudades o metrópolis

Los espacios urbanos configurados alrededor de las ciudades de Vigo – Pontevedra, A Coruña – Ferrol y Santiago, sin despreciar otros fenómenos que podríamos señalar en los entornos de Lugo, Ourense, Monforte o Villagarcía, presentan los rasgos típicos de generación de áreas metropolitanas. En los contornos de esas ciudades, se están produciendo intensos crecimientos urbanos y demográficos que, en muchos casos, son más dinámicos que los de las propias ciudades antes citadas. Se generan así ámbitos territoriales fuertemente interrelacionados. A veces no es fácil saber dónde termina un ayuntamiento y donde empieza el ayuntamiento vecino, ya que muchas veces se dibujan como continuos urbanos en los que se superponen los límites geográficos.

Si este proceso es dejado a sus propias dinámicas, está lleno de problemas e ineficiencias. Aparece un crecimiento desestructurado, con espacios urbanos e industriales deteriorados y frecuentemente caracterizados por la indiscriminada mezcla de usos (residencial, industrial, de servicios). Se deteriora el paisaje de forma irreversible, aparece el llamado «feísmo», se observa con nitidez la insuficiencia de infraestructuras para dar respuesta a las necesidades de desplazamiento de la población. Paso a paso van surgiendo problemas de red viaria, de comunicaciones, de transporte, de congestión del tráfico, de contaminación, de sobrecoste de los servicios públicos básicos, etc.

metrópolis

Se trata de un conflicto que se convierte en tan grave qué amenaza la sostenibilidad económica y ambiental de las ciudades. Se agudizan los procesos de segmentación espacial de la población (entre quién vive dentro o fuera de la ciudad principal) y se reduce de forma seria el atractivo y la competitividad de las zonas urbanas.

Esto pone en evidencia que lo que fue una oportunidad no aprovechada hace diez años, esto es conformar áreas de prestación conjunta de servicios públicos, hoy se convierte en un importantísimo factor limitativo que impide nuestro desarrollo como comunidad. Si no somos capaces de desarrollar las áreas más dinámicas de Galicia y articularlas alrededor de un eje que las vertebre, el desarrollo de Galicia está gravemente amenazado. Si no somos capaces de desbloquear el actual estrangulamiento del sistema de ciudades, que es el motor del crecimiento económico de Galicia, estamos poniéndole «palos en la rueda» a la economía gallega.

El escaso empuje municipal, por sí sólo, es insuficiente para acometer los grandes temas de estructuración territorial. Las crecientes necesidades del transporte de personas y de mercaderías, las nuevas dinámicas económicas y sociales, la gestión ambiental, el saneamiento de las rías, la potenciación de las redes viarias, la dotación de suelos empresariales, son procesos cada vez más presentes en la vida cotidiana y que, no obstante, superan ampliamente la capacidad de gestión de los ayuntamientos. Esta reflexión es la que me lleva a pensar que no asumir lo que es preciso hacer, en términos de áreas metropolitanas, es una gran irresponsabilidad social y política. La realidad indica además que se trata de una responsabilidad compartida: el PP gobierna en la Xunta de Galicia y el PSdG-PSOE y el BNG en las principales villas y ciudades.

En esta formulación, las principales piezas de las áreas metropolitanas de las que estamos hablando (universidades, centros sanitarios y hospitales, aeropuertos, puertos y estaciones de alta velocidad, grandes equipamientos culturales y cívicos, etc.) deben concebirse como elementos de cohesión y de articulación del conjunto y como elementos de referencia para todo el espacio metropolitano (independientemente del municipio en el que se localicen).

Hoy en día están siendo concebidos, por nuestros gobernantes, como elementos de competitividad y no como factores de complementariedad. Grave, gravísimo error. Miopía estratégica.

planeta

A la Xunta de Galicia cabe solicitarle que proceda, en primer lugar, a la ordenación de las áreas metropolitanas. Las Directrices de Ordenación del Territorio (DOT) aprobadas por el Consello de la Xunta así lo indica. En segundo lugar, cabe exigirle que revise en profundidad la legislación sectorial afectada, ya que hoy mismo es contraria a la posibilidad de desarrollar las competencias que cabría otorgarle a esos instrumentos de gestión territorializada.

Se trata de pasar del modelo actual de crecimiento basado en la mera agregación de los desarrollos locales a otro orientado a configurar un sistema urbano equilibrado y policéntrico que, en conjunto, funcione de una manera más integrada, eficaz y atractiva.

Sentar sus bases es uno de los retos políticos que la Xunta no puede trasladar de ninguna manera a los ayuntamientos gallegos. Es una opción esencial para el conjunto de la Comunidad. Las mejores oportunidades para el reequilibrio del territorio y para la dinamización de los espacios rurales residen, en gran medida, en la capacidad de desarrollo de estos espacios metropolitanos, que son los más dinámicos, los más generadores de riqueza, los de mayor contribución al PIB gallego.

Hoy es el momento de iniciar el proceso, de echar a andar. Tiempo tendremos para discutir si la fórmula jurídica más adecuada será el área metropolitana, el consorcio, la mancomunidad, la simple asociación u otras figuras previstas por la legislación.

Conseguir que todos los gobernantes reflexionen en esta línea permite optimizar la oferta de dotaciones, equipamientos y servicios a la población. Los debates a los que estamos asistiendo y que se centran únicamente en la articulación de instrumentos de poder (cuantos votos tiene cada quién en los órganos de representación, quién ocupa presidencias o vicepresidencias ejecutivas, cuál es la mejor manera de hacer convocatorias de los órganos de dirección, como se conforma el régimen de mayorías, etc.) no resuelven los problemas de la ciudadanía y nos traen a la memoria el fracaso de la Mancomunidad de Municipios del Área de A Coruña, el fracaso de la Ley del Área Metropolitana de Vigo que lleva en ciernes ya más de dos legislaturas y un estatuto de ciudad capitalina en Santiago que sirve para más bien poco.

Galicia no puede esperar más por sus políticos. El «año pasado», cualquier «año pasado» desde hace dos o tres décadas tendría que haber sido el año de la articulación territorial metropolitana.

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