Creación de “bantustanes” en Palestina similares a los “bantustanes” de Sudáfrica
Lo escribo en inglés por si algún ávido lector no entiende el castellano, el español o como se le quiera llamar a esta lengua: no hay futuro para Palestina más allá de la aniquilación.
Creación de “bantustanes” en Palestina similares a los “bantustanes” de Sudáfrica

Lo escribo en inglés por si algún ávido lector no entiende el castellano, el español o como se le quiera llamar a esta lengua: no hay futuro para Palestina más allá de la aniquilación.
No voy a favorecer que se establezcan polémicas estériles buscando interpretaciones de textos, frases o comentarios de unos u otros. Voy a ir a la literalidad de lo expresado, ya que este posicionamiento (expulsar, desplazar forzosamente o -incluso- transferir a los árabes palestinos fuera de las tierras en las que viven) se viene diciendo desde hace muchas, muchas décadas.
Las primeras discusiones sobre el desplazamiento de árabes para establecer un estado judío comenzaron a surgir en la década de 1930, especialmente durante el Congreso Sionista Mundial de Bournemouth en 1938. En este congreso, se discutió la necesidad de transferir (cambiar de lugar, de ubicación) a la población árabe para lograr una mayoría judía en Palestina.
Durante el Mandato Británico en Palestina (1920-1948), la Jewish Agency for Israel apoyaba expresamente la idea de transferir a la población árabe para lograr una mayoría judía en Palestina. Este comité argumentaba que la inmigración masiva de judíos a Palestina y la creación de un estado judío requerían, ineludiblemente, la transferencia de la población árabe.
Algunos líderes británicos coincidieron con la idea de desplazar a la población árabe en Palestina durante el Mandato Británico. Por ejemplo, Lord Arthur Balfour, fue el responsable de la Declaración Balfour en 1917 y apoyaba explícitamente la creación de un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina. Herbert Louis Samuel, que resultó ser el primer Alto Comisionado Británico en Palestina y apoyó la inmigración judía a la región o Alan Cunningham, que sustituyó a Samuel como Alto Comisionado y también consideró la transferencia de la población árabe como una posible solución.
Dentro del sionismo, varios líderes apoyaron la idea de la transferencia de la población árabe en Palestina. Algunos de los más destacados fueron: Theodor Herzl, que, aunque no propuso explícitamente la expulsión de los árabes, en su obra «Altneuland» sugirió que los árabes podrían vender sus tierras y emigrar voluntariamente. David Ben-Gurion, el primer primer ministro de Israel apoyó la idea de transferencia de población como una solución para lograr una mayoría judía en Palestina. Yosef Weitz, un alto funcionario del Fondo Nacional Judío, fue uno de los principales defensores de la transferencia de árabes para asegurar la creación de un estado judío. Yitzhak Rabin, quinto primer ministro de Israel y Premio Nobel de la Paz en 1994, escribió en sus memorias que Ben-Gurion le sugirió que la solución para la población palestina era «expulsarles fuera». Y también escribió sobre sobre la expulsión de árabes durante la guerra árabe-israelí de 1948 (la Nakba), así como sobre otros eventos relacionados con ese período.
Actualmente, algunos líderes sionistas y políticos israelíes han expresado opiniones favorables a la transferencia de la población palestina de Gaza y Cisjordania. Entre ellos se encuentran:
Benjamin Netanyahu, el primer ministro de Israel, ha apoyado planes para desplazar a los palestinos de Gaza, considerando que es una solución para asegurar la seguridad de Israel. Bibi es heredero del sionismo revisionista, fundado por Ze’ev Jabotinsky, movimiento que abogaba por una mayoría judía en la región y consideraba a los árabes como un impedimento para la realización de su sueño nacional.
Bezalel Smotrich, el ministro de Finanzas de Israel ha señalado que no hay otra solución realista que garantice la paz y la seguridad para Israel manteniendo la actual situación en Gaza y Cisjordania. Israel Katz, el ministro de Defensa de Israel ordenó al ejército preparar un plan para que cualquier residente de Gaza que quiera, pueda emigrar a otro lugar que acepte recibirlos.
Con estos antecedentes, hubiera sido realmente muy anómalo que no apareciera la verbalización de la solución finalaportada por Donald Trump. No espero que la Corte Penal Internacional actúe contra él porque si lo hace, el gobierno norteamericano la sancionará (¡es que no salgo de mi asombro!). Únicamente espero que la Historia no solamente no lo absuelva, sino que declare y defina como “bárbaro” al 45º y 47º presidente de los Estados Unidos de América.
La Franja de Gaza es una estrecha tira de tierra a lo largo del Mar Mediterráneo, un territorio costero situado entre el sur de Israel y el norte de Egipto. Tiene una longitud de aproximadamente 41 kilómetros y una anchura que varía entre 6 y 12 kilómetros, con una superficie total de alrededor de 365 kilómetros cuadrados (similar a la ciudad de Albacete, con 175.000 habitantes o a Málaga, con casi 600.000 habitantes). Lo que es cierto es que esos 365 km2 han sido un punto focal en el conflicto israelí-palestino durante décadas.
La Franja de Gaza tiene una población de aproximadamente dos millones de habitantes, lo que la convierte en la tercera entidad política más densamente poblada del mundo, después de Singapur y Hong Kong. La mayor parte de la población es de religión musulmana suní. La tasa de crecimiento anual de la población es del 2,33%.
La mayoría de los habitantes de la Franja de Gaza son refugiados palestinos que se asentaron en la región tras las guerras de 1948 (guerra de independencia, primera guerra árabe–israelí o Nakba, según sea quién lo explique) y la guerra de los Seis Días en 1967. La región está bajo un estricto bloqueo económico impuesto por Israel y Egipto, lo que dificulta el acceso a alimentos, medicamentos y otros suministros básicos, por lo que la situación en Gaza está marcada por las restricciones impuestas por terceros países.
La Franja de Gaza ha estado bajo diversos dominios a lo largo de la historia. Fue parte del Imperio Romano, gobernada por los Cruzados, estuvo bajo control de Egipto, formó parte del Sultanato Otomano y, finalmente, la Sociedad de Naciones otorgó a Reino Unido el Mandato Británico de Palestina.
En 1948, tras la creación del Estado de Israel, la Franja de Gaza quedó bajo administración egipcia durante diecinueve años. En 1967, durante la Guerra de los Seis Días, Israel ocupó el territorio, (ocupación que llegó hasta 1993). A partir de entonces, Gaza ha pasado por varios cambios políticos y conflictos.
En 1994, como resultado de los Acuerdos de Oslo, se estableció la Autoridad Palestina, que asumió el control administrativo de Gaza. Sin embargo, en 2007, el movimiento islamista Hamás tomó el control de la región después de una lucha interna con al-Fatah. El conflicto ha tenido un impacto profundo en Gaza, resultando en bloqueos, operaciones militares y desplazamientos. Las tensiones entre Israel y Hamás han generado ciclos de violencia que agravan la situación humanitaria.
A nadie se le escapa que las condiciones de vida en la Franja, incluyendo bloqueos (terrestres, marítimos y aéreos) y ataques indiscriminados contra la población gazatí, que ha causado la muerte de más de 47.000 personas entre noviembre de 2023 y enero de 2025, ha llevado a una crisis humanitaria de inmensa magnitud, con altos niveles de pobreza y acceso prácticamente inexistente a servicios básicos como la atención médica y o la educación.
La electricidad es escasa y muchas áreas solo tienen acceso a ella, unas pocas horas al día. El suministro de agua potable también es prácticamente inexistente, y los sistemas de salud y enseñanza enfrentan enormes desafíos para sobrevivir. La infraestructura en Gaza está totalmente destruida, arrasada, debido a conflictos recurrentes, la falta de recursos para su reconstrucción y a la limpieza étnica impulsada por el gobierno de Benjamin Netanyahu, apoyado, primero, por el gobierno norteamericano presidido por Joe Biden, y ahora respaldado e impulsado por el gobierno dirigido, con mano de hierro, por el tándem Donald Trump – Elon Musk.
Desde muy pequeño me contaron que los derechos humanos son principios fundamentales que garantizan la dignidad, libertad y bienestar de todos los individuos. En Gaza, se han reportado numerosas crímenes y violaciones de derechos humanos, incluyendo desplazamientos forzados, detenciones arbitrarias y restricciones a la libertad de movimientos. Esto no es del todo cierto. Más bien es cierto que los humanos que sobreviven en Gaza no tienen ningún derecho, y si de derechos humanos se trata, todavía menos que ningún otro de los derechos internacionalmente reconocidos.
Las organizaciones internacionales han documentado casos de uso excesivo de la fuerza por parte de las milicias israelíes, así como ataques indiscriminados que afectan a la población civil. La falta de acceso a necesidades básicas y servicios esenciales también constituye una violación de los derechos humanos.
Tomemos un ejemplo de la historia para buscar un símil y ver cómo están actuando los sionistas en Palestina. Déjenme aquí hacer una precisión previa para evitar manipulaciones: ser antisemita es ser racista, no me cabe duda de ello. Déjenme hacer otra precisión: no es equivalente ser sionista con ser semita o ser israelí. Esto es lo de Catalunya: se puede ser catalán sin apellidarse Pujol y se puede criticar lo actuado por éste sin odiar a Catalunya.
Vayamos al símil. Los bantustanes en Sudáfrica fueron territorios creados durante el apartheid para segregar y confinar a la población negra. Aunque se les otorgaba una autonomía nominal, los bantustanes eran una herramienta del gobierno sudafricano para mantener el control y privar a los africanos de sus derechos como ciudadanos.
Al comparar la situación en Gaza con los bantustanes, se pueden identificar paralelismos en términos de segregación y control. Ambos casos implican el confinamiento de una población en áreas específicas con restricciones severas en cuanto a movimiento y acceso a recursos. Además, la justificación de estas políticas se basa en la seguridad y el control territorial. Los bantustanes eran parte de una política oficial de apartheid, mientras que la situación en Gaza es el resultado de una política de limpieza étnica llevada a cabo de forma ininterrumpida desde 1948, año en que empezó la Nakba, la “catástrofe”, el éxodo palestino, cuando cientos de miles de palestinos fueron expulsados o huyeron de sus hogares durante la primera guerra árabe-israelí.
Las opiniones sobre la situación en Gaza varían ampliamente. Las organizaciones de derechos humanos han condenado las violaciones cometidas tanto por Israel como por Hamás y han llamado a la protección de los derechos de los civiles. Los residentes de Gaza han expresado su frustración y desesperación por las condiciones de vida y la falta de perspectivas de solución.
El gobierno israelí justifica las restricciones y las operaciones militares como medidas necesarias para garantizar la seguridad de los judíos y prevenir ataques terroristas. Por otro lado, la comunidad internacional ha instado a ambas partes a buscar una solución pacífica y a poner fin a las violaciones de derechos humanos. Lo ha instado muchas veces, demasiadas veces y con poco o ningún ánimo de resolver realmente la situación.
Lo diré en inglés de Google: Hamas is a terrorist group. The Israeli government has carried out an ethical cleaning in Palestine and the American and Israeli governments are proposing the execution of a genocide in Gaza.
Es crucial abordar la situación en Gaza con un enfoque centrado en los derechos humanos y buscar soluciones que garanticen la dignidad y el bienestar de sus habitantes. La comunidad internacional tiene un papel importante en la promoción de la paz y en el apoyo a iniciativas que mejoren las condiciones de vida en Gaza.
Siempre queda la alternativa, propuesta por el ministro de Patrimonio de Israel, Amichai Eliyahu, de resolver el conflicto con Hamás lanzando una bomba nuclear táctica en Gaza. ¡¡¡¡Toma cultura!!!! @mundiario

El autor, JOSÉ MANUEL PEÑA PENABAD, colaborador de MUNDIARIO, es auditor de cuentas y licenciado en economía por la Universidad de Santiago de Compostela. Como funcionario de Administración local ha desempeñado diversos puestos en los ayuntamientos de Oleiros y de A Coruña. Director académico y docente de cursos en la Escuela Gallega de Administración Pública (sobre estrategias de desarrollo urbano y sobre agendas urbanas), fue secretario general de la Consellería de Sanidad de la Xunta de Galicia entre 2005 y 2008, en el gobierno presidido por Emilio Pérez Touriño. Es colaborador habitual de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), donde ha sido miembro del grupo de trabajo establecido para la redacción de la Agenda Urbana Española. Colabora habitualmente con el Eixo Atlántico del Noroeste Peninsular en materia de desarrollo urbano. Ha sido técnico colaborador de la AECID (Ministerio de Asuntos Exteriores) para la redacción del Modelo Nacional de Desarrollo Urbano de Costa Rica. @mundiario