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Pensamientos de 1848


                                                  

 

Repasando viejos pasajes de la historia de la economía, releyendo textos que nos ayuden a entender y explicar lo que está ocurriendo en la economía actual, me encontré los siguientes párrafos:

«Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, (…).

La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta a otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones. La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios destruye los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no transforman como antes las materias primas del país, sino las traídas de los climas más lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas que ya no bastan para satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras remotas. Ya no reina aquel mercado local y nacional que se bastaba a sí mismo y donde no entraba nada de fuera; ahora la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones. Y lo que acontece con la producción material, acontece también con el espíritu. Los productos espirituales de las diferentes naciones vienen a formar un acervo común. Las limitaciones y peculiaridades del carácter nacional van pasando a segundo plano, y las literaturas locales y nacionales confluyen todas en una literatura universal.

La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción, con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la civilización hasta a las naciones más salvajes. El bajo precio de sus mercancías es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de la China, con la que obliga a capitular a las tribus bárbaras más ariscas en su odio contra el extranjero. Obliga a todas las naciones a abrazar el régimen de producción de la burguesía o perecer; las obliga a implantar en su propio seno la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. Crea un mundo hecho a su imagen y semejanza.»

 

Se trata de un texto en el que se señala lo plausible del mundo como mercado global. Los más acérrimos críticos del capitalismo señalan su poder para derribar barreras y crear un sistema mundial de producción y consumo. El capitalismo se describe como una fuerza que disolvería todas las identidades feudales, nacionales y religiosas, para dar lugar a una civilización universal regida por los imperativos del mercado. Merece una reflexión porque cuesta creer que este texto se publicase en 1848, hace ciento sesenta y dos años. Los autores: Karl Marx y Friedrich Engels. Supongo que el «Plan Bolonia» los habrá expulsado, junto a los clásicos de la ciencia económica, de los estudios en nuestras Universidades. Capacidad de análisis y visión de futuro no se les puede negar.

A Coruña, 1 de marzo de 2011

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