Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

¿Somos demócratas?

                                                                                         
 

Reiterados ataques y descalificaciones a nuestras más insignes instituciones: Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial y Tribunal Supremo; insidias y graves acusaciones hacia el poder judicial; vilipendio a nuestra transición democrática y a sus leyes y normas más significativas (ley de amnistía y la propia Constitución Española); oscurantismo en nuestras instituciones de gobierno (Comunidades Autónomas, Ayuntamientos y Diputaciones); corrupción en la espina dorsal de nuestros partidos políticos más representativos; denuncias de financiación irregular o ilegal en alguno de ellos, … abren y cierran noticiarios radiofónicos y televisivos y conforman las portadas de nuestros periódicos.

Vaya por delante que no voy a ser yo quien critique a nadie por emplear uno de los bienes jurídicos mejor preservados por nuestra Constitución: la libertad de expresión. Partamos, por tanto, del mayor respeto para todas las opiniones y puntos de vista. Por el contrario, no demos ni un paso atrás (ni para coger carrerilla) en defensa de nuestra democracia y nuestras instituciones. Aunque imperfectas, se ha logrado ponerlas en pie gracias a la lucha, la perseverancia y el sacrificio de muchos hombres y mujeres, alguno de los cuáles dejaron incluso su vida en el empeño. Desde aquí mi más sentido respeto y homenaje a todos ellos. Uno de esos tantos anónimos fue un maestro, militante de FETE-UGT, asesinado tras un juicio sumarísimo, y enterrado en no se sabe dónde en las proximidades de la tapia exterior del cementerio de Canide, en Ferrol, el 27 de agosto de 1936.

Desde esta legitimidad, la de demócrata y la de afectado por la Ley de la Memoria Histórica quiero decir bien alto y bien claro que no se puede seguir en el camino de la irresponsabilidad, de las acusaciones insidiosas, de la idea de revisar el proceso de la transición española, de fomentar la idea de las dos Españas, que no podemos hacer renacer las esperanzas de los nostálgicos, que tenemos que reafirmarnos en nuestras convicciones democráticas, que tenemos que asegurar y preservar el imperio de la ley.

Hoy, lo inteligente es ser demócrata y ser demócrata significa básicamente un compromiso de respeto. Respeto a formas de pensar diferentes, respeto a las minorías (y a las mayorías, también); respeto al cumplimiento escrupuloso de la ley. El código penal es y debe ser igual para todos y todas: por muy injusta que pueda ser una imputación, por muy dolorosa e infundada que pareciera, por muy poco o nada demócratas que sean los acusadores, por mucha repugnancia que nos proporcione reconocerle derechos a quien no reconocería ninguno a nadie, por mucho que encontremos neofascistas subidos en el carro de los «beneficios» de la democracia; por mucho que tengamos la convicción de que se equivoca la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo imputando a Baltasar Garzón, por mucho que razonemos que el Tribunal Constitucional debe resolver inmediatamente el asunto del Estatut de Catalunya y renovarse, por mucho que pensemos que el Consejo General del Poder Judicial debe de ser también renovado y que debe trabajar con independencia y profesionalidad. Confiemos en la Justicia y en el Estado de Derecho. Es el único camino para seguir construyendo y consolidando una sociedad libre, solidaria y justa.

Pese a la gran y grave desafección con que la ciudadanía convive con la política y los políticos y mal que les pese a algunos: sí, ¡la mayoría somos demócratas!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Nuevos

Otras entradas