«Podemos cambiar el mundo y hacer que sea un mundo mejor. Está en tu mano hacerlo realidad»
Nelson Mandela
Vamos a desarrollar en esta sección del blog una serie de entradas y documentos que pretenden ayudar en el desarrollo de un proceso de elaboración de una agenda urbana.
En el inicio de la tercera década del siglo XXI, el conjunto de los habitantes del planeta enfrentamos grandes retos y desafíos derivados de una abusiva utilización de los recursos que la Tierra nos ofrece y de una profunda crisis manifestada en la salud pública, en los sistemas sanitarios asistenciales, en la práctica totalidad de los sectores económicos y en los sistemas políticos nacionales y multilaterales. La humanidad parece abocada a asumir un cambio de paradigma socioeconómico, lo que nos llena de incertidumbre.
Muchas son las personas que, desde diferentes e importantes instancias nos están advirtiendo de la imposibilidad de mantener un modelo de vida (consumo energético, consumo doméstico, hábitos de vida, modos de producción, forma de distribución de la riqueza, pobreza, exclusión, etc.) que está siendo calificado como insostenible. Autores de gran prestigio como los Premios Nobel Joseph Stiglitz[1], Paul Krugman[2] o Angus Deaton[3] indican que nos encontramos inmersos en una profunda crisis. Crisis de “diseño” a favor de los mercados y la especulación financiera, que desemboca en una profunda crisis estructural y societaria, de modelo de sociedad, mucho más profunda que sus primeras manifestaciones como crisis financiera o económica. Quizá una crisis sistémica.
Del mismo modo que el crecimiento y el desarrollo encuentran en las ciudades su contexto más favorable, ya que se benefician del propio ecosistema urbano, también es en las ciudades donde se hace más visible el retroceso de los derechos y el aumento de los procesos de vulnerabilidad y exclusión social: bajos niveles de renta, inequidad en el acceso a la vivienda, desempleo, desregulación de las condiciones laborales, desigualdad, violencia de género, racismo y xenofobia, etc.
Hacia finales del siglo pasado, en un proceso vinculado a la globalización y a la mundialización de la economía, la aparición de megaciudades (aglomeraciones urbanas de más de 20 millones de habitantes como São Paulo, Mumbai, Guanzhou–Shenzhen o Estambul) fue la mayor transformación que se vivió en el contexto urbano. Estas macro-urbes fueron, por una parte, los grandes motores de desarrollo económico y social, presentando un nuevo escenario global de competitividad y de desafíos urbanos. Asimismo, se convirtieron en las grandes responsables del calentamiento global, de la vulnerabilidad urbana y de la aparición de las más extremas expresiones de exclusión social.
Hoy en día la urbanización pivota sobre una red de ciudades intermedias, caracterizadas por un elevado dinamismo y un crecimiento acelerado. En este contexto, las mayores transformaciones del espacio urbano ya no están ocurriendo en las grandes metrópolis, sino más bien en ciudades, conurbaciones, áreas metropolitanas o agrupaciones funcionales de ciudades de menos de dos millones de habitantes con altas tasas de crecimiento.
Este nuevo patrón de poblamiento está permitiendo vislumbrar grandes oportunidades, pero también generando enormes retos: las ciudades necesitan incrementar la provisión de servicios básicos, garantizar una mejor calidad de vida, promover la generación de empleo, proteger el medio ambiente y abordar los desafíos relacionados con el cambio climático.
Sumado a ello, estas ciudades suelen caracterizarse por contar con unos relativamente elevados índices de pobreza y sus gobiernos deben fortalecer sus capacidades institucionales y operacionales. Deben, por tanto, lograr un desarrollo sostenible mediante el impulso de nuevas estrategias de crecimiento, además de fortalecer su resiliencia y adaptación al cambio climático.
Muchas de estas ciudades tienen grandes dificultades para manejar la rapidez de la urbanización y son víctimas de una cruel paradoja: las ciudades se encuentran en condiciones medioambientales privilegiadas (ya que disponen de una naturaleza llena de ricos y variados recursos), al tiempo que están expuestas a gran cantidad de peligros naturales requiriendo un desarrollo resiliente y planificado del tejido urbano.
Muchos de los problemas y retos urbanos tienden a generar una espiral de declive que dificulta el crecimiento equitativo y sostenible:
- Crecimiento desordenado, discontinuo y poco consolidado en el límite de la ciudad. Falta de definición entre lo urbano y lo rural e invasión de áreas ecológicas y productivas.
- Baja densidad y presencia de vacíos urbanos. Existencia de un alto porcentaje de suelo vacante distribuido irregularmente en grandes y pequeños lotes o predios baldíos.
- Fuerte segregación socio-espacial e injusticia social. Desde los céntricos espacios de edificios multifamiliares o de grandes viviendas para las clases acomodadas a viviendas mínimas o infraviviendas situadas en la periferia (proliferación de asentamientos marginales en áreas vulnerables), lo que muestra un modelo desigual y centrífugo.
- Falta de nuevas centralidades y deterioro de los centros urbanos. Sustitución del uso residencial por uso exclusivamente comercial y/o de servicios.
- Aumento de las emisiones de GEI, debido a factores negativos de movilidad, cambios en el uso del suelo, gestión deficiente de los residuos sólidos y expansión innecesaria de la huella urbana.
- Baja dotación de áreas verdes y de espacio público. Además, su distribución entre los barrios más vulnerables es profundamente inequitativa.
- Mala estructura vial y déficit de movilidad en transporte público y no motorizado.
Consideramos de vital importancia la planificación urbana, tanto a nivel nacional, regional como local porque:
- Las ciudades tienen tendencia a volverse desiguales a medida que se expanden sin control
- Porque la planificación establece un marco normativo con reglas claras, bien definidas y actualizadas que otorgan seguridad jurídica
- Porque asegura la sostenibilidad y la protección de los recursos naturales
- Porque orienta el desarrollo hacia los lugares más aptos y estratégicos
- Porque es un potente coadyuvante en la consecución de objetivos como: proteger las fronteras agrícolas, disminuir la huella ecológica, disminuir los costos de movilidad, aumentar la equidad y accesibilidad, aumentar la resiliencia al cambio climático y disminuir los costos de infraestructura y de servicios públicos
- Porque se configurará como un garante de bienestar, equidad, justicia y cohesión social
Existe un doble factor agravante que, en buena medida, impide resolver la problemática señalada. Se trata de que el crecimiento urbano sostenible debería venir acompañado de una mayor capacidad económica y de un nuevo enfoque de gobernanza multinivel y multiactor. Será preciso resolver ese doble factor a través de la toma en consideración de la profundización y de la consolidación de procesos de empoderamiento y descentralización que traspase poder y recursos hacia los gobiernos locales más próximos a los problemas de la ciudadanía (en aplicación del principio de subsidiariedad).
Primeras grandes conclusiones:
- Es necesario abordar el desarrollo urbano desde una perspectiva de la planificación estratégica.
- Es imprescindible abordar procesos de empoderamiento, descentralización y establecimiento de nuevos parámetros de gobernanza.
- La metodología de las agendas urbanas plantea, en esencia, dar respuesta a ambas cuestiones.
- Vamos a desarrollar en este blog una serie de entradas y documentos que pretenden ayudar en el desarrollo de un proceso de elaboración de una agenda urbana
[1] El teorema de Greenwald-Stiglitz postula los fallos del mercado como la norma, estableciendo que el gobierno podría potencialmente casi siempre mejorar el reparto de los recursos del mercado.
[2] Son muy interesantes sus trabajos sobre economía geográfica, una disciplina donde se examina el efecto de que la actividad económica esté concentrada en ciudades que se expanden sobre un territorio.
[3] Aportando contribuciones innovadoras a la teoría y a la forma de medir el consumo, la pobreza, la desigualdad y la nutrición, y en los últimos tiempos el envejecimiento, la morbilidad y los suicidios.